tarararara

Astuto, manipulador, ambicioso y embustero, Nikolaj es la clase de persona que nadie quiere tener como enemigo o rival.
Nacido para el engaño y el liderazgo, la astucia y la ambición destacan en su carácter como rasgos de mayor importancia, convirtiéndole en un despiadado estratega siempre listo para el siguiente movimiento.

Sumamente observador y no poco entendido en la condición humana, tiene talento para descifrar las mentes y corazones ajenos y no suele mostrar reparo alguno en servirse de ellos para mantenerse a flote. La mentira es para él tan natural como respirar y está habituado a conseguir fácilmente lo que se propone gracias a ella. Muchos son quienes le tachan de egoísta, peor él prefiere considerarse un superviviente; y a decir verdad, lo es.

Un superviviente que ha aprendido a jugar sus cartas para salir adelante día a día, para alcanzar el siguiente objetivo en su mente. Ha aprendido el valor del poder, del control, y le gusta tener siempre las riendas de la situación; por lo que procura dar esquinazo a sus emociones, al considerarlas una distracción innecesaria. Esa falta de implicación emocional le ha ganado también una muy merecida fama de mujeriego, en favor de la cuál ha hecho mucho su talento para la seducción.

Posee, no obstante, un temperamento fuerte que; pese a ser lo bastante inteligente como para saber moderarlo en la mayoría de ocasiones, ya le ha jugado algunas malas pasadas.

Es, como corresponde a un gran estafador increíblemente polifacético, pudiendo mostrar tanto una cara amable, gentil, risueña y repleta de natural encanto y elegancia; como una faceta sumamente fría y amarga. A menudo, oculta tras un aire cínico, arrogante o insolente el resentimiento para con el mundo y la humanidad que tanto le decepcionaron en sus-tan bien acalladas y escondidas-épocas pasadas, de las que, por cierto, se sabe tan poco como de lo que esconden las paredes de su hogar. Un lugar que ha mantenido, como su propia privacidad, bien salvaguardado del escrutinio público.

Pero ¿por qué tanto recelo? Nadie lo sabe, y de preguntarle, probablemente no obtengas más respuesta que un comentario ingenioso destinado a distraer tu atención sobre ese punto muerto en la conversación. Porque el secretismo-como el éxito y la fortuna-nunca se consigue por casualidad.

-¡Nikolaj! Cuánto tiempo sin vernos...-dijo un hombre bastante joven, sentándose en una pesada butaca tapizada en terciopelo dentro del despacho del conocido entre los nobles como Nikolaj Egen y entre los amigos y maleantes como Nikolaj Alatriste, a quien se dirigía, mirándole con sus ojos vidriosos y dispersos por los efectos del alcohol. Como siempre, estaba en apuros.

-Desde la última que viniste a pedirme dinero, si mal no recuerdo-aunque pudiera parecer un reproche, el tono cómplice de su voz restaba severidad al comentario-el mismo motivo que te ha impulsado a pisar de nuevo mi casa; de nuevo sin haber sido invitado-enfatizó esto último en reprobación, pero tanto él como su amigo sabían que era precisamente esa relación, que tan pocos tenían con el supuesto heredero de la casa Egen lo que le salvaba de haber sido expulsado del edificio-¿me equivoco?

-Ojalá, pero ya sabes como soy, Piedra, mi voluntad...

-Sí, es tan endeble como vulnerable es una rosa a las heladas-le cortó, consciente del rumbo que tomaban sus palabras-ya te he dicho que ese apellido no tiene ya nada que ver conmigo.

-Lo siento, lo siento. A veces olvido lo de tu gran "nombre"-alargó la mano para alcanzar la botella de vino y servirse una copa.

-Pues no vuelvas a olvidarlo, no estoy interesado en que nadie empiece a indagar sobre mi identidad o mi pasado-le retiró la botella, ignorando el reproche en su expresión-sabes que no me importaría dártela entera, pero ya has bebido más que suficiente, y salta a la vista.

-Cada uno con sus manías: a tí te gusta la privacidad y a mí beber-su estado de ebriedad confería a la protesta un tinte entre infantil y patético- al menos la mía me ayuda a hacer amigos.

-¿Amigos que te dejan sin un centavo en partidas de cartas?-alzó una ceja burlón.

-Para buenos amigos ya te tengo a ti. Como cuando éramos críos ¿te acuerdas?

-No. Ese pasado pasado no existe para mí-su voz sonó seca y tajante, dado que frente a su amigo era inútil eludir el tema con más elegancia. Y pese a la afirmación, Nikolaj no había olvidado-ni según se temía, iba a olvidar-el negro y miserable transcurrir de su infancia en aquella destartalada casucha.

-Si así fuese no pondrías tanto empeño en ocultarlo-aún borracho como lo estaba, Andrew seguía siendo poseedor de la locuacidad e ingenio comunes, y eso logró hacer sonreír a su amigo-estoy seguro de que lo recuerdas. Al menos, yo lo hago como si fuera ayer.

-No creo que tú debas usar esa expresión, Andrew-se burló él- con lo que bebes apuesto a que no puedes recordar ni dónde despertaste ayer.

-Muy agudo-el pique, que habría costado a otro un buen batacazo, le sonsacó una risa-pero no vas a conseguir distraerme con él como haces con los demás. Quieras o no vamos a recordar viejos tiempos.

-Andrew...

-Todavía me acuerdo de la primera vez que nos cruzamos...¡quién te ha visto y quién te ve!Nadie podría esperar que aquel niño flacucho y lleno de mugre podría llegar a ser un hombre rico. El "heredero de la casa Egen" ¿no es eso lo que le dices a todos?

-Mi trabajo me costó.

-Ni que decirlo tienes, aunque entonces tampoco parecías muy dispuesto al trabajo-se rió-pasabas más tiempo escapándote del campo que trabajando en él.

-No todos tenemos las suerte de nacer hijos de terrateniente-la envidia que en otros tiempo se intuía en su voz al hacer ese comentario brillaba por su ausencia-una herencia que, por cierto, malgastarás si no consigues hacerte un hombre de provecho antes de que esa rata egoísta pase a mejor vida.

-No seas aguafiestas hablando de eso ahora. Hasta aquellas épocas son mejores que las que me esperan.

-Solo para ti, porque te recuerdo que...-la voz pareció perdérsele tanto como la mirada. -Ya, el salvaje de tu padre. A veces se me olvida.-dijo con aire despistado.

-Tu vicio hace estragos en tu memoria-aunque mordaz y en apariencia entero, revivir aquellos recuerdos teñía su rostro de ensimismamiento.

-Estragos te los hacía a ti tu padre en el pellejo ¡vaya unas palizas!-la falta de tino con que hablaba no consiguió zaherir la simulada estabilidad emocional del estafador, pese a que con aquellas palabras estuviese reviviendo el dolor de aquellos años-¡casi pierdo el sentido la primera vez que vi aquellos moratones al meternos a nadar en el río!

A medida que le oía, Nikolaj veía proyectarse en su mente recuerdos que creía olvidados. Pudo ver sus propios pies avanzando torpes sobre la madera chirriante de un polvoriento salón pobremente iluminado por la luz de la luna, oír la voz siempre ebria de su padre y sus roncas amenazas sumiéndole en aquel atroz pánico que, con frecuencia, le paralizaba.

"¡Esta vez te mataré!¡Esta no la cuentas!"-solía decirle cuando estaba especialmente enfadado.

Recordarlo le hizo fruncir el ceño y se tironeó el pelo; como solía hacer cuando sus emociones empezaban a escabullirse de su férreo control.

-Y aún así llegaste aquí...¡Tú, el mayor de los cinco hijos de un apacero borrachuzo, vago y violento! ¡El pobre niño, el indeseable vándalo, el hijo de un miserable bastardo de los Arryn, engañando con sus embustes a los nobles más poderosos de todo el Valle!
-No repitas ese apellido en esta casa.
-Es el tuyo, por más que lo niegues.
-No, dejó de serlo cuando me fui a los doce años.
-Lo sorprendente no fue que lo hicieses, sino lo que tardaste en decidirte. Con lo dado que eres a los arrebatos, nadie entendió cómo aguantaste tantos años. Aunque muchos pensaban que a ti nunca te pegaba.
-Eso era precisamente lo que les hacía creer. Si me quejaba o ponía mala cara, si quiera remotamente, me cobraba lo pagado con intereses-al decirlo, su tono se hizo horriblemente tenso y tuvo que forzarse a respirar antes de continuar-fue lo único en lo que me ayudó ese miserable. Después de todo, cuando el pescuezo te va en ello, o aprendes a fingir que nada sucede y simular que aprecias a quien te muele a palos, o acabas muerto a sus manos del peor de los modos.

-Resultas deprimente cuando te pones categórico-una sonrisa amarga se pintó en los labios de ambos segundos después de que Nikolaj diese un largo trago a la botella.

-Resulto deprimente siempre que me obligas a recordar eso.

-Lo hago,al menos hoy,porque jamás acabaste de contarme qué fue de tu vida en los seis años que tardamos en reencontrarnos. Tengo curiosidad.

-¿Se te ha ocurrido pensar que tengo motivos para dejar siempre incompleta esa narración? -Ocasionalmente. Pero lo ignoro.

-Pues del mismo modo te ignoraré yo a ti-conforme lo dijo, supo que no podría ignorar igualmente a sus recuerdos y el silencio se instaló entre ambos.

Los citados habían sido años realmente duros. Desde que abandonase aquella casa para tomar rumbo a la ciudad; pasó hambre, penurias y miserias a niveles que hasta entonces habría creído imposibles. Pero jamás se rindió. Se había marchado bajo la promesa de hacer fortuna y por su vida misma iba a conseguirlo.

Aceptó trabajos por demás desagradables e indignos en los suburbios, ahorró, soportó desplantes, humillaciones, robó, engañó, estafó...se convirtió en el más perfecto embaucador y se mantuvo con vida suplantando identidades y organizando toda clase de estafas hasta que un golpe de suerte; o mejor dicho una rica viuda a quien agasajó con todos cuantos favores y placeres le exigió; le abrió las puertas a las más altas esferas. Su voz; melosa y rebosante de satisfacción al darle la noticia sería algo que jamás podría olvidar. "No voy a darte nada hecho. Ya sé que no te gustan las caridades. Pero he oído que el heredero de cierta casa sobre la que sueles hablarme ha desaparecido. Lo sabe tan poca gente que a nadie le extrañaría una visita..."-le había susurrado, sus suaves manos bajando por su espalda en una caricia impaciente; ansiosa por su recompensa.

Revivir el sabor de la euforia que le invadió al saber que tenía la oportunidad que había estado esperando fue el único recuerdo de aquella serie de memorias capaz de sacarle una sonrisa. Había salido, gritado, reído y bebido, proclamando a los cuatro vientos que, de no faltarle la suerte que le había sonreído en aquella tarde, todos acabarían sabiendo su nombre. El nuevo nombre que, en honor a la nueva vida que aguardaba tener gracias a ella, había estrenado en su primera aparición en sociedad: Nikolaj Egen. El éxito fue rotundo y su mentira-modestia aparte-sublime. Con solo dieciséis años; puso su carrera en marcha y empezó a amasar una fortuna que, a sus dieciocho, era ya más que respetable. Su fama se hizo eco por las calles, creció y, con ella, el adictivo sabor de la fortuna; presente desde aquel en todos los ámbitos de sus vida. Así el chico que tras ver morir a su madre a manos de aquel cobarde, pasó a convertirse en dos hombres: el conocildo por los maleantes que compartían su ansia de fortuna, Nikolaj Alatriste, y el embuste que hacía creer a los nobles, Nikolaj Egen.

Ambos se miraron un instante hasta que una de las sirvientas entró, con aire preocupado, tras haber llamado a la puerta.

-Siento molestarle, señor, pero hay una mujer que quiere hablar con usted inmediatamente. No hemos podido echarla.

-Ahora resulta que todo el mundo se pasa por aquí como Pedro por su casa...-dijo con cierta molestia, mirando a la joven- no pasa nada, Anne, hazla pasar y acompaña al señor a la salida-dijo entregando a su amigo una bolsa llena de monedas-si quieres más, prueba a avisar la próxima vez.

-Y vuelve el amo de la casa...-dijo con humor amargo el mencionado, echándole una mirada para nada decente a la jovencita, que se ruborizó, sujetándole para que caminase sin tropezar.

-Como me entere de que te propasas con ella voy a cobrarte cada moneda con un puñetazo ¿me has entendido?-advirtió desde el despacho, mirando con desconcierto a una mujer bastante mayor, de aire burlón e inteligente.

-¿Quién es usted y quien le ha dado el condenado derecho a colarse en mi casa?
-Desde luego el temperamento es de tu padre-susurró ella, sentándose con toda confianza frente a él-pero sé que te arrepentirás de tu poca caballerosidad después...

-Puedo ser aún menos caballeroso si no tiene la amabilidad de marcharse por su propio pie.

-No escuchas a nadie que no sea un inversor potencial para esa treta tuya ¿verdad?

-Desde luego en mi casa no.

-Pues te ofreceré una suma que no puedas rechazar. Ahora escúchame.

-Si no hay más remedio.

-No lo hay. Además te resultará interesante.-dijo misteriosa, buscando inspirar una curiosidad que no logró, sacando tres pequeños retratos de su bolso y seleccionando de entre ellos el de una joven de unos dieciséis años.

- Fíjate en ella.

-Sí, muy bien parecida la muchacha, pero no entiendo a qué quiere llegar mostrándome retratos. Le advierto que si su intención es proponerme que me case con su hija...-la anciana se echó a reír de un modo escandaloso y negó.

-Nada más lejos; mírala bien ¿no se te parece a alguien?

-A simple vista...-sus ojos se ensancharon comedidamente, con un disimulo solo propio de un experto mentiroso. Y es que aquella joven era idéntica a su madre-no.

No podía reconocer lo que veía sin delatarse.

-¿Seguro? Yo diría que esta mujer es tu madre, y diría que tu apellido no era Egen, sino Alatriste.
-¿De dónde ha sacado semejante disparate?

-No te molestes en fingir. No vas a despistarme con tus trucos, jovencito. Sé que ella es tu madre porque esta chica es mi hija.

-Suponiendo que no se equivocase ¿Con qué fin viene a mi casa? Porque si plantea chantajearme, le advierto que...

-Menos advertir y más escuchar te ayudaría. Te lo explicaré rápido: tu madre se enamoró de ese malnacido Piedra siendo muy joven. Él la engatusó, mejor dicho, tan rápido que ni cuenta me di-frunció el arrugado ceño-para cuando abrí los ojos, tu madre estaba llorosa contándome que esperaba un hijo. Los ojos verdes de Nikolaj la sometieron a escrutinio, sopesando sus palabras. Naturalmente, él no quiso hacerse cargo-su expresión vivaracha perdió color-y tu abuelo no estaba dispuesto a afrontar esa deshonra, así que-se le quebró la voz-la repudió. Yo no pude hacer nada más que mandarle dinero...

-Permítame que lo dude. Creo que si lo hubiera hecho no habríamos pasado tanta miseria.

-Al parecer tiendes a precipitarte en tus afirmaciones.

-Si así fuera no habría llegado hasta aquí, señora.

-Buen punto-dijo, sonriendo tristemente-pero déjame terminar. Poco después de saber del matrimonio de tu madre con ese imbécil al que conociste como padre, mi marido me dijo que le habían llegado rumores según los cuales tu madre había muerto en el parto, y la criatura...-le miró-tú, también. Debí haber tenido el tino de comprobarlo, pero estaba muy rota para pensar en las argucias de mi marido.

-No entiendo para qué me cuenta esto...

-Porque si he llegado a saberlo es porque mi marido se muere, jovencito, y me lo ha confesado.

-Que su marido se vaya con la conciencia tranquila sigue sin ser asunto mío.

-No me lo ha contado por eso. Nosotros no tuvimos ningún hijo además de tu madre, así que tú...eres su heredero. Pensaba nombrar a su sobrino, pero desapareció, como sabrás, puesto que has estado haciéndote pasar por él, hace algunos años.

-¿Está diciéndome que mi madre...?

-Ya no puedo hacer nada por ella, pero sí puedo hacer algo por ti.

-Oh, podría haber hecho algo por ella ¡podría haberla separado de ese imbécil! ¿acaso tiene idea de cómo murió? ¿de cómo nos trataba?-la ira, que había estallado en su interior a causa de la confusión empezaba a evidenciarse en su tono de voz-¡fue una paliza lo que la mató! ¿y usted cree que tiene derecho a presentarse en mi casa y remover esa parte de mi pasado porque acaba de enterarse de que no morí en el parto?

La expresión de la anciana podría haberle ablandado un poco, pero su propio dolor ante el solo recuerdo estaba por encima de la compasión.

-¿Se le ha ocurrido que quizá no quiera ese título? ¿Que pueda preferir estafar y engañar juntarme con su familia?

A la vista de que el sentimentalismo no era la vía acertada para conseguir que su nieto aceptase el trato, la mujer optó por apelar a las partes de sí que sí había desarrollado: su instinto de supervivencia y su lógica.

-Te matarán.

-¿Qué?

-Piénsalo. Cuando mi marido muera, la noticia correrá como la pólvora ¿qué harás para explicar que no ocupas su lugar? Si saben que has estado estafándoles, te matarán.

-Me las ingeniaré.

-Sí. Puede. O podrías elegir la opción que más posibilidades de seguir con vida te ofrece y aceptar. Hagamos algo, te daré cinco días para decidirte: si prefieres el suicidio, yo misma te ayudaré diciendo a todos lo que verdaderamente sucedió a mi sobrino y quién es el supuesto heredero a quien han estado dando su dinero y hospitalidad.

-¿Cómo me ha encontrado?

-Cometiste el error de matar a esa sabandija con la que se casó tu madre bajo el nombre de nuestra casa, solo tuve que seguir la pista...

-Lo pensaré.

Y aunque le habría gustado no hacerlo, aceptó. Aceptó porque era la opción más inteligente. Aceptó porque eso lo ponía un paso más cerca de sus objetivos. Un paso más cerca de su madre, y desde luego, mucho más cerca del poder. Y así, Nikolaj Alatriste y Nikolaj Egen se convirtieron en un solo hombre; el, ahora sí, heredero de la casa Egen.